- No puede ser... No...- logró murmurar Andrea después de echarse a llorar desconsoladamente.
Clara agarró las manos de Andrea y las cuatro amigas fueron a un rincón donde hablaban a veces sobre sus problemas, para que nadie se entrometiese. Cuando todas estaban sentadas en círculo, mientras Lucía abrazaba a la que tenía el corazón roto, Silvia le arrebató la carta de las manos y empezó a leerla en voz alta:
"A aquella chica a la que amaba:
Hoy se suponía que hacíamos un año, y no sabes lo feliz que estaba, (hace más de una semana). Pero ya no... Bueno pues ya no siento lo mismo, sé que ha sido un cambio muy repentino y espontáneo, pero es lo que ha decidido mi corazón. Contigo he sentido alegría, tristeza y mucho amor. Y ahora tengo que decirte que para mí esto se acabó. Mira, he conocido a una persona que me ha llenado más el corazón Andrea. Es una gran persona y seguro que te caería muy bien. Por favor, sé feliz tu también. Lo siento, y que tu sonrisa no se apague nunca. Adiós Andrea, y este adiós es para siempre.
Fernando, tu amigo."
Andrea siguió llorando sin parar, sin consuelo, y Silvia, Lucía y Clara, se miraron preocupadas.
- Andrea yo... Lo siento, mucho. Intenta olvidarle.- dijo Silvia.
- ¡No lo sientas! Andrea, no te mereces a ese tío. ¡Es un imbécil! Voy a ir ahora mismo a decirle cuatro cositas- Estalló Lucía.
- No, no y no. Chicas, empatía, empatía. Poneros en el lugar de Andrea. Lo tiene que estar pasando fatal. No puede olvidarle porque Fernando ha dejado una gran huella en su corazón, y tampoco puede hacer como si no existiera, porque le hará más daño todavía. ¿Y pretendéis que le insulte? Aun peor, no puede hacerlo porque él sabrá que la ha hecho mucho daño. Y... - Clara fue interrumpida por un gesto de Andrea, pidiéndole que callara.
- Por favor, basta. En serio, parad. Silvia, agradezco que te preocupes por mí, pero no puedo olvidarle, yo... En fin, Lucía sé que todo lo que dices lo dices con el propósito de ayudarme, no obstante no quiero ser tan agresiva. Y Clara, sólo puedo darte las gracias por comprenderme, pero por favor no habléis de él, me embarga el dolor.
Y siguió llorando desconsoladamente, a la vez que sus amigas la abrazaban intentando calmarla.
A unos cuantos metros de allí, él y ella, reían, hablaban, de repente había algún beso y felices disfrutaban de su mutua compañía. Pero él había sembrado raíces en un corazón destrozado, unas raíces que serían difíciles de arrancar...
Que mezquino Fer!!
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