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lunes, 10 de marzo de 2014

Capítulo 16

Lucía levantó la  cabeza, y pudieron ver como infinitas lágrimas surcaban sus mejillas empapadas. Andrea y Silvia se agacharon junto a ella acariciándole suavemente la rodilla y le levantaron la mirada para ver que les decía.
   - Lucía, ¿qué pasa? Vamos, tranquila. 
Ella se levantó le susurró algo al oído a su profesora de música y cogiendo de la mano a sus tres íntimas amigas las llevo fuera del aula. Primero pasó al baño, dejando a las demás intrigadas, siguiéndola con la mirada.
   - ¿Tú sabes lo que le pasa?- preguntó Silvia, dirigiéndose a Clara.
   - No, ni idea. Por el camino la notaba un poco más apagada que de costumbre, pero no me dijo nada. Ha sido llegar a clase, y justo antes de entrar romper a llorar. 
Cuando la pelirroja terminó su frase, vieron aparecer a Lucía, algo más calmada. Se sentó en el suelo, e indicó con un gesto a sus amigas que hicieran lo mismo. 
   - Bueno... a ver chicas. Tengo que daros una noticia.- Las tres se miraban sin saber que aquella noticia supondría un gran cambio para las cuatro.- Mi padre... bueno, su trabajo... Pues, que... le trasladan a Cantabria. Y... ya sabéis, no tengo con quien quedarme, así que... me voy... con él. 
Clara se echó a llorar sin haber dejado terminar a Lucía, Silvia la miraba boquiabierta, y Andrea... se levantó, fue al baño y se encerró en uno de ellos. Las demás la oían sollozar en silencio, como siempre hacía cada vez que lloraba. Lucía abrazó a la pelirroja y a la de los cabellos rizados, y les dijo cuánto las iba a echar de menos. A los pocos segundos, Andrea salió del baño y se tiró a Lucía desconsolada. Las dos se abrazaron, y las dos sentían como el cuerpo y el corazón de la otra se encogían. A aquel emotivo momento se unieron Clara y Silvia, que también tenían lágrimas empapándoles las mejillas. 
Fue Lucía la que se deshizo de las chicas, diciéndoles que deberían entrar en clase, y que en el primer recreo hablarían todo más despacio. Las tres asintieron y entraron en el aula, donde todos miraban expectantes a las cuatro jóvenes que acababan de entrar. 

En clase de Francés, no cesaban esos sorbidos por la nariz que cuatro chicas hacían, por una causa que el resto desconocía. Más de una vez, una de las cuatro tuvo que salir al baño, para tranquilizarse un poco. La profesora de Francés, que también era su tutora, sí que sabía de la situación, y por lo tanto, lo entendía. 
El primero recreo llegó, y con él, las dudas de aquella noticia, que dos horas antes la rubia de ojos azules les había dado. 
Fueron a unos banquitos que había en la parte de atrás del instituto, y allí se sentaron. Mark se había juntado con otros chicos de intercambio, y dejó a las chicas hablar tranquilas. Las cuatro se miraron a los ojos, leyendo la mente de cada una, imaginando sus pensamientos. Fue Lucía la que comenzó a hablar.
   - Bueno, pues eso chicas. Que me marcho a Cantabria el trimestre que viene. Mi padre ya ha mirado algunos institutos allí. 
  - Pero... ¿no hay opción de que te quedes con alguna de nostras? Podría ser, ¿no?- Silvia contemplaba esperanzada a su amiga. 
   - No, Silvia. Es imposible, todas tenéis hermanos y...
Andrea la interrumpió:
  - Mi hermano tiene veinticinco, y vive en su propia casa. Además, tenemos una habitación de sobra. 
   - Andrea, sé que tu madre no trabaja, y... No, de verdad. Gracias chicas, pero... esto, es un adiós.
  - Bueno, tenemos las redes sociales, y el correo, ¡y What´s App! Podremos seguir... hablando.- Esta vez fue Clara, que todavía no había dicho ni una palabra. Quizá, era la más afectada de las tres. Ellas dos, se conocían desde pequeñas, por sus padres. Y siempre habían sido inseparables.
  - Sí, claro. Seguiremos... comunicadas.- A Lucía le costaba articular cada cosa que decía. Le dolía muchísimo tener que despedirse de sus amigas así. Aunque todavía quedaba un mes para que se fuera... ya hasta sentía que las echaba de menos, no imaginaba su vida sin ellas. Su gran apoyo, sus almas gemelas, esas adolescentes que estaban ahí para todo. 
   - Chicas, sois las mejores. Gracias por todo de verdad, no sé como agradeceros todo la que habéis hecho por mí... Os... quiero muchísimo.
En ese mismo instante, cruzaron las miradas y encontraron todas sus ojos, fijándolos en la que estaba en medio, en la que pasados dos segundos, rompió a llorar. Todas se abrazaron, y sus lágrimas se juntaban con las otras, sus corazones latían a la vez, y la tristeza, las cubría como una pesada manta.

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