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domingo, 1 de diciembre de 2013

Capítulo 8

El día no pasó lento, todo lo contrario las seis horas de clase pasaron vistas y no vistas. Ese día Clara, Lucía, Silvia y Andrea se iban juntas, ya que las dos primeras iban a casa de Silvia.
Las cuatro y Mark, que caminaba entre Clara y Andrea, andaban despacio, siguiendo el ritmo del viento. Un silencio incómodo los embargaba a todos.
    - Eh, Mark. ¿Qué tal tu primer día aquí?- Preguntó Lucía, harta de no escuchar nada.
    -  El día me ha ido bien. He hablado con muchos chicos y chicas. Me ha gustado.
    - Sabes, a Andrea le va a venir muy bien tu compañía.- Dijo Clara mirando a Mark con una sonrisa.
Andrea se sonrojó y bajó la cabeza con vergüenza. Silvia intentó cambiar de tema en seguida.
   - No entiendo a nuestro profesor de Mates. No sabe callarse ni una sola vez. Es tan...
Pero se vio interrumpida por unas palabras del único chico que caminaba con ellas.
   - Me alegro de que Andrea esté feliz cuando yo estoy aquí. Su sonrisa me hace sentirme bien.
Hubo un revoltijo de sensaciones: Clara y Lucía murmuraron algo apenas audible y rieron entre dientes, Silvia frunció el ceño y agachó la cabeza derrotada, y Andrea... sonrió. 
Soportando otro silencio esta vez no tan incómodo, lleno de miradas, sonrisas y alguna que otra palabra susurrada, llegaron a casa de Andrea. Esta y Mark se apartaron del grupo y entraron por la puerta, prácticamente al mismo tiempo.
    -¡Ya estoy en casa!- gritó la chica.
Su madre al instante salió a su encuentro, le besó la frente y sonrió a Mark como si fuera su propio hijo. Los tres fueron al salón donde la mesa estaba preparada para la comida. 
   - Mmm. Carbonara, mi favorito.- Se relamió Andrea, contenta.
El padre de la chica no estaba, ya que llegaba de trabajar a las cinco. Se sentaron y empezaron a comer. No tardaron mucho en terminar. Andrea y Mark cogieron sus mochilas y subieron arriba a hacer las tareas y deberes que les habían mandado. Los dos las harían en la habitación de la chica, puesto que en la otra no había escritorio. Ella cogió una silla la acercó y Mark se sentó.
Las realizaros rápido y se quedaron en la habitación hablando de sus respectivas vidas.
    - Andrea, si alguna vez Fernando te hace daño, dímelo. No voy a dejar que te hieran. 
     - Vaya, gracias. No dudaré en decirtelo. Gracias por todo, de verdad.
Andrea fue bajando la voz sin quererlo, inconscientemente. Vio que el chico se le acercaba despacio, con los ojos entre cerrados, que le sonreía y le acariciaba la mejilla con la mano derecha, mientras que con la izquierda cogía su mano lentamente. Cada vez estaba más cerca y la sonrisa era más penetrante. Se acercó, siguió acercándose y...  

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