Seguidores

domingo, 27 de octubre de 2013

Capítulo 4

El día transcurrió frío, oscuro y sin alma. Ninguna de las amigas quería decir nada al respecto. Todas estaban apenadas por la pobre Andrea, que no podía articular ni una sola palabra. 
A las tres menos cuarto salieron todas del instituto.
   - Andrea, ¿de verdad no quieres que te acompañemos a casa? Irás mejor, seguro.- Dijo Silvia. 
   - Claro, así estarás más tranquila y podrás entretenerte con nosotras.- Insistió agarrándola del brazo Lucía.
Andrea negó con la cabeza y marchó a su casa, con paso lento y pesado, cargado de los peores momentos de su vida. 
Diez minutos pasaron hasta llegar a su casa, donde su madre volvió a sorprenderse al verla, ya que su estado de ánimo era muy diferente al de por la mañana temprano. Preocupada se acercó a su hija, le giró la cabeza delicadamente y pudo ver una cristalina lágrima surcando la mejilla de Andrea.
   - Hija mía, ¿qué pasa?
Ella no pudo evitarlo y se lanzó a su madre abrazándola, rompiendo a llorar en su hombro, como hacía cuando era pequeña. Su padre las miró extrañado a las dos, pues Andrea no solía hacer eso muy a menudo.
  - Chhss, chhss. Ya, An, vamos arriba. Venga vamos a tu habitación y me explicas que te ocurre.
Lisa, la madre de Andrea, le hizo un gesto a su marido intentando decirle que no molestara a su hija, y este asintió con la cabeza sin entender nada.
Las dos subieron lentamente hasta la habitación y se sentaron en la cama. Andrea se tranquilizó un poco y miró a su madre. Esta contempló a su hija y sonrió, a la vez que muchas arrugas marcaban su rostro. "Habrá vivido tantos desamores..." Pensó Andrea. 
    - A ver cuéntame. El amor, ¿verdad?- La muchacha asintió con pesar.- Bueno hija, sé lo que se siente, pero lo único que tienes que hacer, es esperar a que pase el tiempo y ser fuerte, como sé que tu eres. 
Su hija la abrazó y se quedaron abrazadas durante un buen rato. Disfrutando el momento madre e hija, que necesitaban las dos.
Minutos más tarde Manuel, Lisa y Andrea comían en silencio. Lisa y Andrea guardaban un secreto, un secreto que iría al baúl de secretos desechados. De repente Manuel, pegó un puñetazo a la mesa. Las dos mujeres le miraron extrañadas, y él comenzó a hablar.
  - Chicas, me acabo de acordar de que hoy viene el chico de intercambio de Polonia. Tendremos que preparar bien la casa, para que se sienta como en su hogar. Y tú Andrea, serás la que hablará con él. Eres la única que entiende un poco de inglés. Bien, dormirá en el cuarto de invitados el que está al lado de tu habitación, por si necesita algo que se lo puedas dar. Y nada de tonterías que no podemos asustar al muchacho.

Pasadas tres horas después, los tres viajaban hasta el AVE, que traía al chico polaco. Lisa tenía una foto que le había proporcionado el instituto. A los cinco minutos de esperar el chico bajaba por las escaleras mecánicas. Era alto, con pelo encrespado, rubio y con unos intensos ojos azules que fueron a parar a la sonrojada Andrea, a la que sonrió con dulzura dejándola ver sus perfectos dientes. Manuel le hizo un gesto para explicarle que ellos eran su familia de acogida. Andrea le sonrió a él también, siendo aquella la primera sonrisa después de tanto dolor, pero no fue la última de aquel ajetreado día.


3 comentarios: